Sí, Martín. Sí, te entiendo y no sabés cuanto, pero aún me pregunto si alguna vez te has preguntado lo terrible de pensar "¿Cuántas Alejandra caminan por nuestros barrios?" ¿Ya te diste cuenta que cada una son dos? Cuando se aparecen en nuestro firmamento no podemos hacer más que observar su superficie, aun que a veces con ayuda de un poco de fe nos pareciera que les estamos tocando y besando. No, no son ellas...
Más terrible, bien lo sabrás ya, no es cuando desaparecen, sino cuando aparecen y entre risas y malhumores nos dejan pisando en una cuerda floja.
Entre café y el cigarro que siempre prenden -a veces lo prendo yo- nos pareciera dar la extraña sensación que están ahí, aún cuando sabemos que la diferencia entre los dos tipos de mujeres de las que me hablabas en ellas no caben.
Podríamos sentarnos en una plaza, Martín, si es de Buenos Aires o Santiago no importa, pues la distancia que tendríamos hacia ella sería más o menos la misma. Podríamos describirlas infinitamente; en cada descripción serían más hermosas y en cada cual nos parecerían más terriblemente desconocidas y nos terminaríamos dando cuenta que en cada descripción les queremos más.
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