Tirado al sol con un hedor que emana de su humanidad, sin polera y sin zapatos a un costado de la Plaza de Armas. Seguramente espera algo que cambie su vida, o quizás espera poder llegar al invierno...
La gente pasa indiferente ante su presencia, si es que su aroma noles incomoda, no mira, no les gusta parecer morbosos aun cuando sepan que el morbo casi los mata rogando un segundo de satisfacción. A él no le importa, él duerme apoyado en un perro, y claro, pues el perro es el único al que no le importa su hedor, su falta de ropa, ni el que esté acostado a un costado de la Plaza de Armas, pues éste sabe que el invierno los esperará para terminar aquello que la vida ha decidido comenzar
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