La barbarie de lo anticuado intenta sumergir en un abismo a la juventud que reclama con voz firme y escalofriante su derecho a superar los tiempos pasados.
Sentados en sus escritorios los intelectuales analizan el proceso que se vive y el vivido, intentando encausar la barbarie con que la juventud responde ciega de rabia y dolor.
En lo alto los iluminados disputan sus puestos mientras el resto avanza a pasos agigantados sin dejaros ver su fuerza.
La casa pequeña se derrumba, pues ha entregado todo lo que puede entregar, sus palafitos son desarmados en la maqueta abstracta de la realidad, el bosque que la rodea observa el estruendo silencioso que deja atrás ese pequeño lugar de meditar, mientras el errante no comprende el significado de la visión, finalmente termina por concluir junto a su compañero, el mismo que sigue los pasos del errante, que ese símbolo no es más que el reflejo del derrumbe que obliga al caminante a emigrar a una nueva casa, menos inestable y más grande; es momento que el errante deje atrás a los iluminados, tiende a pensar el joven, que abrumado y cansado sigue llevando, con fervor, una erre en un círculo como estandarte en su pecho.-